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May 3, 2018
SIN NOTICIAS DE GIULIANO
Victoria Herranz / Sicilia
Cuando Alfredo y Olmo nacieron, uno fue recibido con la alegría de quién está destinado a continuar una estirpe poderosa mientras el otro arrastraba el peso de una nueva boca que alimentar en un entorno ya famélico. Crecieron juntos compartiendo juegos pero no derechos y cuando el hijo del señor hacía gala de su superioridad aquel amigo muerto de hambre le recordaba que con valor no se nace ni el coraje se hereda, haciéndole ver una y otra vez que no se humillaba ante el poder. Así pasaron toda la vida, discutiendo entre peleas si de verdad el patrón había muerto, como gritaba Olmo, o vivía, a media voz y con irónica sonrisa de Alfredo, pero sin separarse jamás, porque el patrón no es nada sin su obrero. Glorioso relato de Bertolucci en Novecento demasiado real para ser metafórico.
Y es en esa realidad cuando, en 1947, los obreros y campesinos de Piana degli Albanesi, San Giuseppe Jato y San Cipirello, en las montañas de Palermo, salieron a festejar el 1 de Mayo a los campos de Portella della Ginestra donde, repentinamente, se encontraron con una emboscada de fusiles que no respetó ningún derecho, ni siquiera el de vivir, de los trabajadores allí reunidos, sin importar que fueran éstos hombres, mujeres o niños.
Dijeron que fue la banda de Salvatore Giuliano, aquel bandido convertido en mito que no por literario fue ficticio, no. Un personaje muy real al que, con sus luces y sus sombras, poco idealismo se le puede atribuir. Porque en un relato de Sicilia retorcido hasta la extenuación, un Vito Corleone creado de fragmentos de aquí y de allá puede fascinar y fascina por obra y gracia de Coppola y Puzo, pero un Giuliano, señores, no necesitó de ninguna épica cinematográfica para entrar por derecho propio en la historia más negra de la adolorada isla. Isla que bien podría ser reflejo a escala de toda la grandeza y todos los males de la Europa moderna.
Pero volviendo a Giuliano, ¿cuánto hay de verdad en la versión oficial de la masacre de Portella de la Ginestra? ¿Fue él? ¿Por qué? ¿Y qué tenían que ver los americanos? ¿Y la Mafia? Y tantos otros interrogantes que nos llevan hasta el día de hoy a preguntarnos si saber la verdad cambiaría algo. Y mientras tanto, un 1 de Mayo de 2018, un nuevo Día del Trabajador en Portella donde Serafino, superviviente, toma la palabra para leer públicamente los nombres de las once víctimas de la infame masacre y se emociona, 71 años después, al recordar a Vincenzo, Giovanni, Giuseppe y Serafino, aquellos niños a quienes no se les permitió crecer. Le acompañan decenas de trabajadores que han marchado hasta allí, con sus banderas rojas en una mano y sus críos en otra. Trabajadores venidos también de lejanas orillas porque Sicilia ha sido y es tierra de acogida.
Y así, los Olmos se echan una vez más a las vías del tren de la patronal para demostrar a los Alfredos que no tienen miedo, en una Sicilia sin noticias de Giuliano…
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